En México, 10 por ciento de la población recibe aproximadamente 40 por ciento del ingreso nacional, en tanto que 20 por ciento del sector más pobre sólo percibe un cuatro por ciento, aseguró la secretaria académica del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM, Verónica Ofelia Villarespe Reyes.
Lo anterior, subrayó la especialista, refleja concentración de recursos, desigualdad y reproducción de la precariedad.
Villarespe, doctora en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, indicó que la pobreza vulnera a quien la padece, lo sitúa en una condición de exclusión creciente.
Al recordar los diferentes mecanismos con los que se ha intentado paliar esta situación, mencionó que, en 1997, surgió el proyecto Progresa (Programa de Educación, Salud y Alimentación), mismo que en 2002 cambió su nombre por el de Oportunidades, que más allá de tratar de combatir condiciones marginales de la población, fue creado para evitar la reproducción intergeneracional de las mismas.
Quienes hoy están en edad de integrarse al mercado laboral enfrentan condiciones como el notable aumento de los empleos informales que, según arrojan las cifras oficiales, éstos se duplicaron en comparación con los formales, lo que se traduce en que cada vez más haya menos individuos con acceso a las prestaciones de ley.
Otro asunto que agrava la situación de muchas familias en México, es el de los salarios mínimos, y como señala Villarespe, éste “apenas alcanza para adquirir una canasta alimentaria básica y poco menos de un tercio de otra”, lo que atenta contra la salud de los individuos pues, según un estudio de los organismos Inegi-CEPAL, esta provisión de comestibles debe proporcionar las calorías, vitaminas y minerales que, por recomendación internacional-nutricional, debe consumir cualquier ser humano para mantenerse activo.
En 2008, expuso la catedrática, se calculaba que este tipo de despensas tenían un costo aproximado de 942.28 pesos, lo que significaba que las personas con ingresos menores a esta cantidad no se encontraban en posibilidades de cubrir sus necesidades de alimentación.
El salario mínimo general promedio, abundó, es de mil 525 pesos con 20 centavos, tanto en el empleo formal como en el informal, fenómeno que se presenta cada vez con mayor frecuencia por la flexibilización del trabajo, es decir, una persona puede tener un empleo formal y luego pasar al informal y viceversa.
La carencia de bienes es algo complicado de clasificar, por lo que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) utiliza el método de ingreso-consumo para calcularla. Según el organismo, la pobreza “oficial” se basa en tres líneas: la alimentaria, de capacidades y de patrimonio.
La alimentaria es la incapacidad para obtener una canasta básica de alimentos, aunque se hiciera uso de todo el ingreso disponible en el hogar en comprar sólo los bienes de esa oferta.
La de capacidades, se refiere a la insuficiencia del ingreso disponible para adquirir el valor de la canasta alimentaria y efectuar los gastos indispensables en salud y educación, aunque se dedique el ingreso total de los hogares nada más que para estos fines.
La pobreza de patrimonio se traduce en la insuficiencia del ingreso disponible para adquirir la canasta alimentaria, así como realizar los gastos indispensables en salud, vestido, vivienda, transporte y educación, aunque la totalidad del ingreso del hogar fuera utilizado exclusivamente para la adquisición de estos bienes y servicios.
Sobre este tema, Villarespe Reyes explicó que el término pobreza no se refiere únicamente a la falta de ingreso, pues también es la ausencia de otros satisfactores básicos imprescindibles que cubren las necesidades fundamentales de los individuos, como el acceso a los servicios públicos.
De acuerdo con el último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), se calcula que en 2008, 33.2 por ciento de la población latinoamericana (es decir, 182 millones de personas) vivía en condiciones de pobreza, casi un punto porcentual por debajo de lo pronosticado en 2007, que registró un índice de pobreza de 34.1 por ciento (o sea, 184 millones de individuos).
Las cifras de pobreza e indigencia proyectadas reflejan el impacto del aumento de la inflación ocurrido desde principios de 2007 y, en especial, el alza en los precios de los comestibles.
En este contexto, el organismo prevé que la desaceleración económica mundial se reflejará en la región en una menor demanda de los bienes de exportación y una baja inversión en el sector productivo, junto con una disminución de las remesas de los inmigrantes y limitaciones que sufrirán los países emergentes en los mercados financieros internacionales.
Según la CEPAL, se espera que el empleo se estanque en 2009 y que las remuneraciones reales se mantengan, en promedio, sin variaciones o que disminuyan levemente.
Fuente: dgcs.unam.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario